Sunday, November 22, 2020

Saturday, November 7, 2020

Podcast 6. Abuelas en pie de gueera Miriam Shpiro y Frida Khalo

Podcast
 
 
 
Miriam Shpiro



 
Frida Khalo





Podcast 6. Abuelas en pie de guerra. Hilma Kilmt y Gloria Okeefe.

 Obras de Hilma Klimt



Obras de Gloria Okeefe





Abuelas en pie de guerra 1

Podcast 5. La internauta II

 Ùltima entrega del artículo

Podcast 5



Podcast 4. La internauta 2.

 Podcast 4



 

Segunda entrega del artículo, la internauta.

Podcast 3. La internauta.

 podcast click

Primera entrega del artículo




 

Artículo completo

 

“El paseo de la internauta”, 2020

18/04/2020 Tres eventos recientes e importantes. Esta oportunidad de generar un diálogo en relación a los eventos del confinamiento me parece una forma ideal de poner en orden las ideas que surgen de esta experiencia inusual y esperpéntica, al mismo tiempo que permite el intercambio en un momento de aislamiento. En este caso abre un puente de comunicación por skype entre el estudio de Pedro Déniz y el mio propio. Este tránsito de mi persona por el sendero de la web hacia el encuentro con el otro es la base de este escrito.

 Mis primeros pensamientos al comienzo del decreto del estado de alarma sin duda fueron vagos, conectados más bien con la adaptación a una nueva situación y la redistribución de tiempos y responsabilidades que inesperadamente apareció ante de mis ojos.

Mentiría si dijera que en un principio no disfruté del parón. Horarios propios, organización propia, compañia de seres queridos a los que poder disfrutar, más tiempo de lectura...todo esto por supuesto compitiendo mano a mano con la incertidumbre económica. Pero el sosiego abrió paso a una postura más observadora y a un sentimiento de estar viviendo un evento histórico que me trasladó a la experiencia vivida en dos acontecimientos del pasado reciente.

La pandemia es para mí el tercer evento histórico, que en las últimas décadas, y de manera directa, ha supuesto la pérdida de libertades y derechos fundamentales en aras del bien común, que no siempre fue tal. El primero de ellos tuvo lugar tras el atentado terrorista de las Torres Gemelas en USA y la llamada internacional a comprometer derechos para protegernos del terrorismo, con las consecuencias que esto ha tenido a nivel internacional (limitación de las libertades civiles y los derechos fundamentales en todo el mundo y aumento de la vigilancia); esta experiencia la viví cuando residía en Toronto y de ella se me quedó grabado el sentimiento de miedo colectivo que se desarrolló a nivel social en norteamérica. La segunda ocasión tuvo lugar a raíz de la crisis del 2008, en esta ocasión residía en Berlín (en este caso el derecho a una vivienda, a la educación, al trabajo y toda una serie de derechos que estaban recogidos en las constituciones, al parecer sin suficiente protección, se evaporaron y premió la protección a la banca). En este caso nos percatamos de la vulnerabilidad del estado de bienestar y un sentimiento de indignación se extendió a nivel social. Para el 2011 volvía a las islas después de más de veinte años y a mi llegada a Las Palmas pude asistir a los efectos de este  ataque.  En respuesta a las consecuencias que pude apreciar planteé una serie de intervenciones en el espacio público tituladas “Hablando con Pepa” (2012) en las que mensualmente y con la ayuda de voluntarios  leía en la calle los derechos recogidos en la Constitución transformados en pareos y facilitábamos su comprensión al público en general.

Ahora, la crisis del coronavirus un nuevo evento histórico excepcional socava entre otros derechos la libertad de circulación y movimiento e impacta de una forma más extensiva en los conceptos de frontera que existían en Europa en particular y en el mundo globalizado a nivel general.

Estos tres eventos plantean sin duda una necesidad urgente de debate, de revisión de conceptos fundamentales de la democracia y nos abre la puerta a imaginar quizás un mundo diferente.

 El artículo que cito se acerca a este sentimiento que se ha despertado en mí.

(...) Géraldine Schwarz: “La espiral de pánico es peligrosa” La ensayista francoalemana se fija en lo que ocurre en Europa como institución y como territorio, en un momento delicado para la democracia y las libertades / Entrevistada por JUAN CRUZ 05/04/2020 | El País.

 

P. ¿En qué sentido es un examen?

R. Con la pandemia y las medidas excepcionales estos valores están amenazados. ¿Seremos capaces de combinar la emergencia sanitaria con la democracia? Este es el gran examen de Europa: la capacidad para demostrar que los problemas sanitarios se gestionan con más eficacia en una democracia que en una dictadura como China. Hay una guerra de propaganda sobre la gestión de estos temas. China está intentando probar que un modelo autoritario lo hace mejor. Y esto es muy peligroso. Porque la gente está escuchando.

 

Sorprende qué rápido hemos sido capaces de sacrificar la libertad por la seguridad y las implicaciones de ese comportamiento, lo cual me lleva ineludiblemente a la caída de las Torres Gemelas, cuando aceptamos chequeos denigrantes en los aeropuertos, aceptamos la vuelta de los arrestos que violaban La Convención de Ginebra o se miró hacia el otro lado en los casos de tortura. La Convención de Ginebra tocada y hundida en cuestión de meses. Me lleva también al segundo evento del que hablé, el bombardeo a las instituciones que salvaguardaban el bienestar social.  De nuevo en cierta manera nos conformamos permitiendo que las clases sociales más vulnerables cargaran con el peso de una crisis provocada por el estamento financiero y su avaricia.

Ahora la pregunta es si nos llevaran estos eventos a un totalitarismo “new age”, en el que la sociedad acepta la pérdida de derechos a cambio de la seguridad personal, económica y en este caso sanitaria. El tema es si cabe aún más complicado  en una realidad en la que ya no solo son los estados los están jugando las cartas sino también las monstruosas empresas neoliberals del siglo XXI, que dejan la película “The corporation”2003, como algo anecdótico del pasado.

Empecemos sin embargo con una visión optimista. La pandemia y el confinamiento como espacio para la realización (entendiendo ésta como un conocimiento más certero y profundo de la realidad). Un momento en el que momentáneamente vemos realmente qué es lo que ocurre a nuestro alrededor.

(...) Srecko Horvat: “La teconología nos está llevando a una nueva forma de totalitarismo “Como buen discípulo de Zizek, el filósofo Srecko Horvat cree que la pandemia dejará tocado al capitalismo. Hay que seguir muy de cerca, advierte, el ritmo que toman las medidas aplicadas por los gobiernos para atajar esta crisis.

 

“La pandemia está demostrando que todo es posible, hasta lo que decían que no podía ser. Se puede proporcionar un salario a todo el mundo tenga o no tenga empleo. De repente podemos trabajar desde casa y pasar más tiempo con nuestras familias. De todo esto pueden salir cosas positivas”.

 

 Yayo Herrero también nos habla del confinamiento como “(...) de una ventana temporal a través de la cual vemos el mundo tal y como es”.

Es el momento de observer y actuar. Asisto atónita a mejoras a nivel medioambiental que hasta hace muy poco se nos vendían como imposibles, cambios que han sorprendido hasta a los más incrédulos, el planeta que se regenera en cuestión de semanas, hay esperanza parece. ¿Qué podríamos lograr si revertimos el calentamiento global ahora?

En nuestro país se ha valorado la seguridad por encima de la economía, en contra de lo que pretenden gobiernos neoliberales como el americano o el inglés (que en cualquier caso han terminado imponiendo también el confinamiento muy a pesar de sus presidentes). La solidaridad social organizada por el estado ha coordinado una actuación que me ha parecido sorprendente y memorable pero que me cuestiona en cualquier caso toda una serie de pilares que dabamos por garantizados y difíciles de mover como la libertad de circulación recogida en nuestra constitución.

En esta nueva realidad “paseamos” los senderos de la internet contra viento y marea, intentando rescatar lo real de lo falso (fake news), lo útil de lo inútil y después de todo lo esencial de lo superfluo. Ahora en el confinamiento este es el único camino que podemos recorrer. ¿Cuáles son por tanto las implicaciones de esta nueva forma de movernos?

Esta nueva situación ha consolidado la omnipresencia de la internet para conectarnos, su importancia en el siglo XXI ha trascendido cualquier expectativa. A nivel anédota resulta irónico el escuchar como la pandemia ha revolucionado la educación en nuestro pais más que todas las leyes desorganizadas de los politicos.

Surge entonces en mí la necesidad compulsiva de analizar este espacio en el que me muevo ahora diariamente. Si bien es verdad que he usado la web de forma regular desde su aparición, mi uso tenía en un principio un carácter investigador y de contacto esporádico con amigos de múltiples latitudes, con el tiempo adquirió un carácter más profesional y el estado de alarma ha convertido su uso en algo obligatorio. La obligatoriedad es algo que siempre me situa en una posición de cuestionamiento y es por ello que se me apetece diseccionar el estado actual del medio.

Como amante de la ciencia y consumidora de ciencia ficción desde la infancia puedo apreciar como dos temas que me surgen de entrada han sido trabajados a menudo desde ambas ramas. Por un lado el concepto de inteligencia artificial (desde hace un par de años  realizo un proyecto de investigación al respecto con el artista Thomas P. Proffe) y por otro lado he seguido atenta al activismo cibernético generado por personajes como Schawrtz, Manning, Assange o Snowden entre otros.

 La globalización como traspaso de fronteras de forma analógica se ha visto frenada en seco, sin embargo la globalización como intercambio de información a través de las redes ha crecido de forma exponencial, lo que me lleva a un último punto en mi misiva. ¿Hasta dónde el concepto nación tal y como lo conocemos puede subsistir en este contexto?. El término frontera como algo físico ha sido borrado tanto por la imposibilidad de movimiento físico como por el exceso de movimiento virtual.

¿Qué nos podría plantear un futuro donde sólo podamos hacer paseos digitales? ¿Dónde y quién  controlará esas carreteras?. Remito momentáneamente a Aaron Schwartz y su “Guerrilla Open Access Manifesto”, en el que dejaba su visionaria percepción de lo que debía ser la internet, truncada por su prematura muerte y les invito a una reflexión a partir de este texto.

20/04/2020 Los tres eventos y el cuerpo.

Si censuras tu cuerpo estás censurando tu aliento y tu habla, en el mismo instante. Escríbete. Tu cuerpo debe ser oído.“

Helene Cixous

 

Querido Pedro Déniz, tras este primer ciber-encuentro en el que intercambiamos misivas una nueva ola de ideas se ha desencadenado. Me parece interesante conectar los tres eventos que mencionaba al cuerpo, quizás porque nuestra visión sin duda se sitúa en un espacio de pensamiento performático. Surge asi el interés en explorar nuestra realidad corpórea y las repercusiones de las políticas socioeconómicas actuales que se establecen por el estado de alarma sobre nuestros cuerpos. Tras dos semanas de confinamiento, de cuerpos atrapados en espacios cerrados con mayor o menor suerte según las circunstancias, el levantamiento de las restricciones permite aparecer a los cuerpos en las calles.

El confinamiento ha ablandado mi cuerpo, en un sentido metafórico, el permanecer en casa, un espacio seguro me ha provocado cierta regresión a un estado casi infantil, a experiencias de un pasado pre-adulto en el que la responsabilidad vital era más restringida. Protegida por el concepto “casa” en toda su plenitud, indemne ante el mundo exterior. En estas primeras salidas controladas se me cuestina como manejar el rostro, afectado por el encierro y por las nuevas reglas de circulación. Nuestro rostro, en este relato de eventos históricos al que hemos hecho referencia ha sufrido una transformación que podríamos considerar histriónica; en un principio y tras el bombardeo de las Torres Gemelas se nos pidió/invitó/obligó a mostrar de forma total y compulsiva, nuestro rostro, por ejemplo muchas de las leyes instauradas tras el 11 de septiembre desencadenaron una prohibición del uso de velos u otras prendas que ocultaran total o parcialmente nuestro rostro y se cambiaron los formatos de las tarjetas de identificación en todo el mundo para facilitar el reconocimiento  y lograr una protección mayor contra el terrorismo, por nuestra seguridad. Sin que hasta el momento ninguna de estas leyes haya sido derogada. Durante el primer evento del que hablamos al mismo tiempo que se nos obligaba a mostrar el rostro se creó una tecnología que permite identificarnos o detectarnos en cualquier lugar público a través de un algoritmo, de forma que digamos no hay lugar donde esconderse. Esta tecnología del reconocimiento facial ampliamente usada y criticada da un poder desconocido al estado pero lo que es aún peor, también a las empresas como Facebook que almacenan cantidades ingentes de fotografías de cada uno de nosotros. Fijémosnos en que para cuando aparece la crisis económica (segundo evento) y durante las manifestaciones que se desencadenaron en todo el mundo se usó el software de reconocimiento facial para identificar manifestantes y a menudo recurrían a tapar su rostro para evitar represalias.

El acto de mostrar ha sido llevado en las últimas décadas a una glorificación extrema por una cultura que nos incita a desvelar nuestras emociones, gustos y pensamientos en un principio a través del fenómeno de los “realities” de televisión y más recientemente con la aparición de las redes sociales  en la internet (You Tube, Instagram, Facebook). Sin embargo tras estas aparentes comunidades no hay una intención de generar redes de sostenimiento y desarrollo social sino más bien lo que plantean es una suerte de subasta pública de datos, mientras entramos y jugamos en estos espacios cibernéticos comunitarios ‘algo’ está pasando. Nosotros más transparentes y ellos más opacos.

La postura en este aspecto de Byung-Chul Han no me es ajena. Èl nos lo describe de forma muy acertada en su frase “El dataismo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento”.

A este mostrar compulsivo se une ahora el último elemento explosivo, cuya aparición está cambiando nuestra percepcción como seres humanos y la realidad del siglo XXI. El algoritmo como instrumento de intervención en las vidas de los humanos, capaz de analizar cantidades ingentes de datos. Extremadamente revelador el trabajo que realiza Martin Hilbert, cuyo artículo del que hago un par de citas recomiendo encarecidamente.

(...) Martin Hilbert: “Los algoritmos encontraron nuestras debilidades y las están utilizando” El experto en redes digitales que avisò de la manipulación de las elecciones americanas antes de que se levantara el escándalo. / Entrevistado por Daniel Hopenheim 15/03/2020 | La Tercera.

¿Los algoritmos nos están conociendo mejor que nosotros a ellos?

Está claro: los algoritmos nos conocen a nosotros mucho mejor que nosotros mismos. De partida, ya no puedes esconderte de ellos, porque el patrón de desplazamientos que les manda tu celular es casi tan único como tu ADN. Aunque tú me digas “mi celular es anónimo”, no cuesta nada ponerle nombre a ese patrón. Hace un par de meses descubrieron que un alto oficial del Departamento de Defensa de Estados Unidos fue a una protesta contra el gobierno. ¿Cómo lo pillaron? Porque llevó el celular. También sabemos, desde Edward Snowden, que la NSA puede identificar en segundos la voz y la ubicación de cualquier persona en el mundo, aunque no uses el celular: basta que en el café donde estás conversando haya un celular cerca. Pero la novedad más radical es que, llenando los algoritmos con big data, en muchos sentidos nos estamos volviendo transparentes para ellos.

Resulta que nuestro rostro puede ser identificado por cámaras en cualquier lugar y que como vemos nuestro cuerpo es localizable en cualquier momento gracias al móbil y en general a la teconología. No solo eso, los datos objetivos que ofrece nuestro rostro se traducen según parece en información subjetiva que debería ser considerada confidencial. En estas semanas ha sido también interesante el ver una imagen que se repite a nivel mundial, la cuadricula de los rostros de personas que se comunican simultáneamente via Zoom por ejemplo. Imagen que ofrece al algoritmo información útil en relación a mostrar con que personas comentamos y probablemente de qué hablamos en el encuentro.

(...) Jorge Carrión: “La estética de la pandemia” Por Jorge Carrión, escritor y crítico cultural. / 09/05/2020 Opinión. New York Times.”La imagen de la cuadrícula de rostros de Zoom resume lo que somos en estos momentos: una colmena infinita y virtual. Será la multipantalla la estética que defina el inicio de nuestro siglo? (...) La estética de la pandemia tuvo durante las primeras semanas un icono indudable, la mascarilla, que ya ha entrado en la lógica del diseño
y la producción de accesorios”

Al igual que nuestro rostro nuestros cuerpos pasan simultáneamente por ser algo a mostrar o a esconder, a ser criticado o ser valorado, a manipular analógicamente a través de la creciente industria de la cirugía plástica o virtualmente a través de programas como Photoshop. Esta presión sobre los cuerpos genera la aparición de dolencias mentales asociadas y una industria farmacéutica que se alimenta de ellas.

¿Cómo existe entonces mi cuerpo en la internet?

 Mi cuerpo localizado y localizable, que circula durante el confinamiento libremente por la internet por senderos abiertos por los creadores de las redes sociales y los espacios cibernéticos, que escupe información a cada paso que da, cada “like”, cada adquisición o rechazo, mientras todo queda grabado. Cada movimiento inscribe en la web una marca que nos define y que posteriormente analizan algoritmos diseñados para conocernos, localizarnos y/o controlarnos.

 El cuerpo se deconstruye en identidades diferentes, por un lado el cuerpo que sale a la calle controlado principalmente por el estado (multas,  arrestos domiciliarios, acciones que se realizan en nuestros cuerpos, medicamentos y en casos extremos internamientos); en Segundo lugar el cuerpo que se enfrenta a la construcción cultural que pre-existe en el mundo real y el virtual y por último el cuerpo virtual (sombra). Aquí es inevitable tocar el legado de Foucault el creador del concepto de biopolítica que nos dejó claro que el cuerpo es politico (Il ný a pas de politique qui ne soit pas une politique des corps). Según él, el cuerpo es creado y mantenido por el estado que organiza todos los modos en que es afectado, para cumplir su función en los modelos politico-sociales y económicos.

De la misma forma el cuerpo de la pandemia es un cuerpo confinado que pasea los senderos de la internet sin cuerpo físico, pero dejando una senda de datos que lo describen y que son especialmente bien interpretados por la inteligencia artificial: ese cuerpo que es afectado para cumplir su role.

El cuerpo de la era de la internet es una sombra compuesta por una cantidad ingente de información que nos dibuja y que es leíble por los programas que se utilizan en la web para la recolección de datos. Nuestro cuerpo presente confinado y controlado y nuestro cuerpo sombra que se proyecta en la web y que leen multitude de algorritmos coexisten hoy en el confinamiento.

(...) Paul Preciado: “Aprendiendo del virus “ 28/03/2020 Tribuna, El Pais.

“ Las distintas epidemias materializan en el ámbito del cuerpo individual las obsesiones que dominan la gestión política de la vida y de la muerte de las poblaciones en un periodo determinado. Por decirlo con términos de Foucault, una epidemia radicaliza y desplaza las técnicas biopolíticas que se aplican al territorio nacional hasta al nivel de la anatomía política, inscribiéndolas en el cuerpo individual. Al mismo tiempo, una epidemia permite extender a toda la población las medidas de “inmunización” política que habían sido aplicadas hasta ahora de manera violenta frente aquellos que habían sido considerados como “extranjeros” tanto dentro como en los límites del territorio nacional”.

Los gobiernos siguen nuestra pista a través de la información que de forma más o menos consciente desvelamos al cliquear en internet, comprar o simplemente relacionarnos. Nunca antes habían sabido los gobiernos cómo localizar al cuerpo, dónde y cuáles son las caracteríticas del mismo, pero lo más terrible es que no solo ellos tienen acceso a nuestra sombra, también lo hacen multitud de empresas que acceden a nuestros datos con nuestro amable permiso.

El cuerpo confinado se protege del virus en su confinamiento exponiéndose de forma omniosa al virus de la información que le ataca de forma reiterada y perniciosa.

  26/04/2020. La sombra. Después de nuestra última conversación Pedro y en referencia sobre todo a los aconteceres que afectan nuestros cuerpos de forma transversal me surgió el tema de la calidad de la ” vivencia virtual” durante el confinamiento.

La internet generaba en un principio una sensación de gratuidad y permisividad que la caraterizó, sin embargo poco a poco ha ido cambiando; de la existencia extensiva de foros que marcó los comienzos se ha pasado ahora a la existencia de empresas que priorizan y controlan su uso. En este contexto menos accessible la derecha y ultraderecha han acampado en los últimos años con un discurso populista que por ejemplo quita importancia al cambio climático, a la protección del planeta o ataca solapadamente al moviviento por la igualdad de género  y cuyo ultimo hallazgo “las fake news” es capaz de desestabilizar las democracias. Al igual que en la película “The surrogate” en la que vemos a los humanos viviendo a través de la máquina y alejados de la realidad sensorial, en el discurso de la “no importancia” de la naturaleza se nos anticipa una existencia sin cuerpo, en lo virtual, justificando o de alguna manera recreando una posible existencia sin el cuerpo sensorial (salvando obviamente el cerebro). Esta realidad también es presentada de forma incluso más terrorífica por la película “Matrix” en la que cedemos el uso de nuestra energía a cambio de que se nos provea el alimento para sobrevivir y estímulos placenteros a través de la realidad virtual.

En ambos casos si el planeta sobrevive o no es irrelevante en cierta forma.

En esta situación de confinamiento sin querer hemos devenido coballas de un experimento de apocalipsis, de un mundo sin contacto físico, en el interior de nuestras casas, confinados a la experiencia virtual y de pequeños colectivos (familia, vecinos cercanos) pero con senderos abiertos en la internet en los cuales “paseamos, compramos y nos encontramos” atentamente observados por algoritmos omnipresentes y omnipotentes.

El intercambio con los demás se produce ahora a través de ondas, el intercambio permitido está encerrado en el circuito finito y al mismo tiempo inabarcable de la web, en ella, cada uno de nuestros movimientos es grabado y en muchos casos vendido al mejor postor. Esta información que cedemos a cada golpe de tecla de forma voluntaria se analiza por algoritmos de Inteligencia Artificial parcial que generan perfiles (lo que con anterioridad llamé sombras) que existen en el mundo virtual de la red.

Cito de nuevo a Martin Hilbert y su escalofriante aserción, de la misma entrevista que cité.

Saben qué comemos, qué compramos, a qué hora dormimos, con quién nos juntamos…

Ya pueden saber muchísimo más que eso. Por ejemplo, si tú tienes en Facebook cinco fotos de tu cara, ellos pueden decir con un 87% de precisión si eres homosexual o heterosexual. Simplemente aprendieron que hay detalles en tu cara, vinculados al balance hormonal, que se correlacionan con esa probabilidad. También pueden verte la cara y saber si mientes, observando tus ojos y la dilatación de tus vasos capilares. Así que la cara de póquer ya no existe, al menos para ellos. Y como te das cuenta, todo este conocimiento está creando posibilidades inéditas de manipulación social y psicológica.

Los espacios de que hablamos están regulados por unas leyes desnutridas que violan tanto empresas como particulares con la capacidad para hacerlo (una especie de oeste americano donde prima la ley del más fuerte). Esta sombra (yo) que no tiene mi piel, ni mis ojos, ni mi pelo (información totalmente irrelevante), ofrece datos sobre los  medicamentos que tomo, qué como, mis amigos y mis contactos en general, mis gustos...esta sombra aún puede consumir y producir durante el confinamiento y no necesita un medio ambiente, al contrario parece que es capaz de sobrevivir con una reducción drástica de sus necesiades no vitales (socialización, intercambio físico, experiencias sensoriales...) Interesantísimo en este sentido las ideas del filósofo italiano Roberto Espósito cuando conecta inmunidad a comunidad, ambos término comparten la raíz “munus” cuyo origen está en el tributo que antiguamente se pagaba para poder vivir en comunidad, mientras que en el derecho romano el inmunitas era una exención concedida por la que no se tenía que pagar este impuesto, y el desmunido era aquel al que se le habían retirado los derechos para vivir en comunidad. De esta forma la inmunidad nos pone en contacto directo con un privilegio y por tanto está politicamente asociado a la exclusión de los no inmunizados. Derrida identifica al virus como al extranjero y no es casual que si profundizamos un poco veamos que muchas epidemias tenían adjetivos que denotaban la condición de extranjero: la sifilis de los siglos XVII al XIX se llamo “enfermedad francesa” en Inglaterra o la “enfermedad napolitana” en Francia y todos hemos oído hablar de la gripe Española y por qué no ahora el “virus chino”.

Como decía Geraldine Schwartz no nos ha costado tanto el adpatarnos. La visión de Aaron Schwartz no se cumplió y la internet no es realmente “espacio público” como sería la “Plaza del Pueblo” sino que es más bien un espacio privado dominado por el imperialismo americano y que premia a sus controladores (Facebook, Google, Amazon...) y castiga duramente a sus ovejas negras (Snowden, Assange, Manning...)

Estemos alerta y entendamos quiénes somos en la internet y qué somos, también qué territorio transito cuando camino en la red. Mi sombra no soy yo pero si es un rastro claro y definitivo de cómo soy y de qué hago...)La informción hoy en día es poder...el confinamiento me ha obligado a transitar (solamente la red) pero soy consciente de que NO ES la plaza del pueblo.

27/04/2020 Big data. Empiezo gracias a estos intercambios  a percatarme de que si bien la internet me permite una comunicación con Pedro Déniz que quizás no podría tener sin la misma (al menos el concepto de videollamada) por otro lado lo que verdaderamente me está aportando el confinamiento es tiempo para analizar los datos a los que tengo acceso.

Me doy cuenta de que este confinamiento excepcional me permite ver el mundo mejor, me agobio pensando en que la productividad demandada en la cotidianeidad me emborrega de forma obscena, dándome por un lado acceso a mucha información pero privándome del tiempo para analizarla de forma adecuada. De ahí la tremenda paradoja de que en la era de la información estemos tan mal informados. Los datos nos desbordan y a diferencia de la IA, el análisis de datos no es la especialidad del ser humano. De repente siento una envidia malsana por el algoritmo ese que dicen lee todos esos datos y elabora conclusiones en segundos (me imagino que algo parecido a lo que sintió Kasparov cuando perdió la partida ante Deep Blue). Me siento pequeña e incompetente. En el transcurso de este intercambio también me doy cuenta de que estos senderos que la internet me permite transitar tienen reglas de circulación grotescas como han podido experimentar aquellos que las desafiaron como Manning o Assange, el castigo de los que desafían al sistema sigue siendo físico en la más pura tradición medieval, inquisitorial o americana (Guantánamo) , sin embargo una cosa que ha cambiado es que el estado ha perdido el monopolio del poder en manos de las empresas privadas de armamento y de desarrollo digital. En este Sistema que demanda transparencia absoluta de nosotros hacia ello, la opacidad es la que rige sus actos.

¿Qué significado tiene esto?, ¿Dónde situaríamos el pensamiento de Foucault cuando el estado no es el único que ejerce el dominio?. ¿ Cuál es el rol actual del estado, y aqui cito el interesante artículo de Yuval Harari.

(...) Yuval Harari: “Hay que controlar lo que hacen los politicos en este mismo momento” Autor de “Sapiens” entrevista realizada por Félix Badia 19/04/2020. La Vanguardia.
Somos nosotros quien tenemos que decidirlo. La actual pandemia no nos empuja hacia un futuro de forma determinista; es más, nos obliga a hacer muchas elecciones. Y elecciones diferentes darán forma a futuros diferentes”.

No estoy de acuerdo con los que piensan que la pandemia ha sido algo inesperado, los científicos especializados en el área de la epidemeología ya lo habían anunciado. Nadie les escuchó en su momento. Sin embargo el gasto en armamento si aumentó. Desafortunadamente ninguna de las ponderosas armas de los ejércitos americanos, rusos o israelis nos han servido ante un enemigo microscópico. Como dice Luis González Reyes, el virus como especie es más vital para el planeta que el humano. Somos parte de un universo que ni siquiera entendemos (y ya probamos a destruir) citando al divulgador cietífico De la Grasse Tyson, “Somos polvo de estrellas” nuestro planeta es un microorganismo. Nunca antes tuvo menos sentido (si alguna vez lo tuvo) el concepto de frontera, de nacionalismo, de raza... lo que Covid 29 desvela es algo que ya sabíamos y no queríamos ver: no existe el término nación, comunidad, raza, animal/humano, piedra...somos todos una aleación diferente de materiales parecidos que funcionamos en una sintonía universal todavía bastante inexplicable. Pero la pregunta es cómo vemos, o mejor cómo queremos nuestro futuro y qué estamos dispuestas a hacer para lograrlo.

02/05/2020. Un sendero peligroso. Durante el confinamiento he asistido a la digitalización absoluta de mi existencia, de mi trabajo, de forma escéptica. Me gustan los ordenadores y veo en ellos virtudes loables, también la internet que ha sido y es una compañera invaluable de mis viajes y mis descubrimientos, sin embargo me veo ante el precipicio del confinamiento como si estuviera al borde de una falla de tamaño descomunal que me aparta de los demás seres humanos a nivel físico (interesante el concepto de “hambre de piel” que surge por la falta de contacto (tacto) con otros. Nunca he despreciado el arte digital, la foto performance o el video performance pero también debo reconocer que me cuesta aceptar la desaparición de la performance como evento que ocurre enfrente de una audiencia. Este sentimiento nace de un placer que añoro y que aparece en mis piezas cuando estoy ahí, frente a otros.  A este sentimiento ahora también se une el de una cierta rebeldía. Coincide que en el 2018 comencé una serie titulada “Todas las cosas invisibles que nos unen” 2018 (presentado en el TEA) en la que exploro aquello que existe en el encuentro con otro ser humano (animal o la naturaleza)  y que no se desarrolla a través de la comunicación verbal o mediatizada.

Ahora en esta nueva situación de confinamiento me enfrento al hecho de que sin audiencia presencial “no quiero”, “no puedo” continuar con la performance sin realizar un análisis que valora las razones ue me llevarían a ello. No quiero responder de forma compulsiva a esta especie de pánico colectivo. En la performance espacio y tiempo son elementos fundamentales, al igual que el cuerpo. Procede contemplar...

Las razones de este sentimiento no son todas nuevas ni derivadas del confinamiento. Mi llegada a la performance fue desde el arte plástico/visual y mi objetivo era escapar el objeto artístico. En ese primer escape desde la obra (pictórica) bidimensional hacia el cuerpo el objeto de arte sobraba y me acercaba al objeto cotidiano. Sin embargo un nuevo elemento surgió en esos primeros paseos en el mundo del performance y fue la audiencia. Como artista plástica la audiencia se sitúa en un plano secundario en general (salvando el evento de la apertura en una galería) y tiene un carácter más abstracto como admiradora o compradora de las piezas y de ahi mi atracción por el dibujo y el mural como eventos de lo bidimensional que son más accessible al público general.

Al comenzar a experiementar con la performance la audiencia era partícipe a tiempo real de la pieza y me temo que como decía Oliverio Girondo: “en eso soy irreductible” y simplemente me cuesta aceptar la desaparación de esa interacción. Veo como desde todas las redes se plantean opciones durante el confinamiento que podrían ser interesantes como experimentos temporales pero en mi caso supondría de convertirse en tónica una decepción. Me aparto del ‘like/ no like’ por su simplicidad y falta de criterio. Hay plataformas en las que ni siquiera puedes expresar ‘dislike’ y me aterroriza la versión de China en la que el estado da a sus ciudadanos ’likes’ si se “portan bien”. Por otro lado lo que se vende como un sistema democrático de expresión popular no es sino una herramienta manipulable y prueba de ello son “los expertos en social media”

¿Hacia dónde ir entonces?. Sin duda es el momento de recuestionar ciertas prácticas. Las instituaciones artísticas han respondido a la alarma de una forma inusitada y rápida, el tejido creado en las últimas décadas es sin duda importante y se revuelve para sobrevivir. Subidos al carro las galerías repiensan como seguir en un mercado que se ha esfumado, sin ferias, bienales o galería abiertas. También ellos han sido rápidos en adaptarse creando nuevas formas de consume de obras. Otro elemento a considerar, es que el artista autónomo en su gran mayoría, ha visto desaparecer el mundo de sus pies, sin cobertura social, sin protección laboral y sin espacios para digamos “buscarse la vida” la internet ha aparecido como la table de salvación en un naufragio, prometiendo exposición a menudo sin remuneración. Me gusto hace años cuando leí “La Sociedad del cansancio” de Byung Chun Han como nos alertaba de la nueva trampa del capitalismo (neoliberalismo) y que la creación y extensión del concepto de autónomos, una versión del hombre orquesta, que hace desaparecer algunos de los logros del marxismo en relación a los derechos laborales de un plumazo.

¿Qué queda? Es claro que el mundo del arte y sobre todo del entretenimiento ha generado una gran bienestar a la población durante el confinamiento, sin embargo la estructura económica que lo sostiene es frágil y tenemos que valorar hasta que punto la salida es la virtualización de nuestras prácticas. Se me ocurre, para concluir que el confinamiento y este espacio que me dio para ver, debe alimentarme ahora en la desescalada para tomar decisiones que sean coherentes con lo que he aprendido. Presiento que me tomará un tiempo digerir realmente la información y darle un sentido sólido. Me he dado cuenta de la importancia del tiempo a la hora de poder valorar. También me he dado cuenta de que el sendero de internet no es lo que era, que los caminos esconden peajes que no sé si quiero pagar. Siento que quizás debo buscar también caminos alternativos, como cuando viajaba de Barcelona a Colonia y no quería pagar peaje llevaba el mapa de carreteras secundarias. En cierta forma veo que mis paseos ya no serán lo mismo. Iré preparada y cauta, valoraré que tipo de intercambio hago y hasta dónde me vendo. Nada es gratis.

La gran pregunta, qué harán con la información que cedemos y qué haremos nosotros al respecto.

 

Introducción/Introduction

   El postcast Mordidas ha sido creado por la artista y activista  rosa mesa , el podcast pretender cubrir de forma amena el espacio de exp...